Síndrome de Down… Hay una niña atrás del diagnóstico.

Cuando me propusieron que escriba sobre el Síndrome de Down, lo primero que pensé es que yo no puedo hablar de síndromes, ni de síntomas, ni de diagnósticos… no puedo, no quiero, no los conozco…  Solo puedo y elijo hablar de niños, niñas, adolescentes, familias… y tampoco de todas, sino de aquellas que se cruzaron en mi camino y con quienes compartí momentos de sus vidas. Personas que me han sorprendido en cada encuentro, con quienes pudimos desplegar preguntas y construir algunas posibles respuestas, en ese momento único e irrepetible que se da en el encuentro con el otro.

Por eso hoy, voy a hablar de una niña de ojos brillantes y pícaros, de sonrisa compradora y manos que agarraban fuerte la de sus amigos, a veces tan fuerte como queriendo decir hasta con el cuerpo ¡Acá estoy! ¡Juguemos, seamos amigos! La recuerdo mirando libritos dando vuelta las hojas una tras de la otra, sonriendo, mirándome y volviendo a mirar el libro tapándote la cara al tiempo que lanzaba una carcajada. El momento de la merienda era único, sentada en el piso enojada porque no quería tomarla, escondida debajo de la mesa; hasta que se dio cuenta de que había otra forma de lograrlo….  Fue así, que un día mientras todos merendaban comenzó a desplegar su baile, dando vueltas y haciendo piruetas mientras sus amigos aplaudían tu danza. Sos tan inteligente que hasta las maestras se distraían, dejando de ofrecerte las galletitas y el jugo que no te gustaba. Un día conversando con tu mamá y tu papa descubrimos la clave, te gustaban las empanadas y el huevo duro, entonces… por qué no, clara de huevo y empanadas para la merienda…. ¿Quién dijo que solo se podían merendar galletitas con jugo? Cada tarde, después de comer un poquito, empezaba el baile al que se sumaban tus amigos a medida que terminaban de merendar… Y así una vez más formabas parte de la serie, eras una de las niñas y niños que luego de merendar bailaban divertidos….

Hermoso año compartido, tu mamá y tu papá siempre acompañándote al igual que tu hermano mayor, de la mano, a tu lado… Así empezaste danzas cuando les contamos que tanto te gustaba bailar. Momentos de encuentro con tu familia para buscar juntos nuevas maneras, para acompañarte en los primeros pasos para dejar los pañales, algo que lograste como todos los nenes y nenas, acompañada por tu familia y el jardín, respetando tus tiempos, con paciencia y amor.

Caprichos, enojos, rabietas, risas, juegos, aprendizajes, peleas por un juguete, como todos los nenes y nenas de 4 años. Cuando algo no les gusta lo hacen saber con la cara, con el cuerpo, con el llanto… hasta que las palabras cedidas al principio por los adultos que los acompañamos en la aventura de crecer, pueden ir haciéndose propias… en algunos antes, en otros después, tiempo al tiempo…

Acompañar a niños y niñas en pleno proceso de constitución subjetiva es acompañar en el despliegue de recursos, es estar disponible pudiendo mirar y escuchar lo singular de cada quien, es dejarse sorprender por lo maravilloso del encuentro. Es ir más allá de los limites puestos desde afuera por el llamado diagnóstico, es creerlos capaces, potentes y confiar en que van poder más  de lo que algunos dicen.

Para el Principito, lo esencial es invisible a lo ojos… Yo cada vez estoy más convencida, que en el encuentro entre sujetos lo esencial es visible a la mirada.


Lic. del Castillo

Imagen de Vladimir Volegov